Ayer jueves fue el cumpleaños del Comandante. 84.
Pero nosotros celebrábamos otro cumpleaños que nos resultaba mucho más cercano y entrañable: una viejita de la comunidad, “un pilar de la comunidad”. Digamos que Linda (tomo prestado el nombre de una cantante de la música tradicional cubana, en concreto, de son montuno, Linda Leida, lo que escucho mientras estoy escribiendo), cumplía 82 años. Ella decía, en su coquetería, que entre los 50 y los 100. La recordamos en la misa de la mañana; estos últimos días ella está guardando reposo en la casa porque anda con problemas en las piernas, pequeños achaques propios de la edad (que no me oiga…).
Y por la tarde, unos cuantos representantes de la Comunidad, colaboradores de Cáritas, y miembros del Consejo Pastoral, nos acercamos a su casa para felicitarla y celebrar con ella el cumpleaños. Unas croquetas echas por ella… ricas. Tamal, también hecho por ella (maíz molido y algún trocito de carne, o de lo que se tenga a mano, liado en la misma hoja del maíz, y hervido tal cual); pizza, bastante rica, comprada –todos tomábamos nota de dónde- en la calle 84 con 71, a 50 pesos (moneda nacional) cada una. La relación calidad-tamaño-precio convencía a todos los presentes… Rica también. Refresco “TuKola” (presentaré fotografía como comprobante de la existencia de tal “cocacola”. Y finalmente, “cake” (tarta) y champan argentino para brindar en honor de la homenajeada.
A la luz de una velita (no era de noche todavía, pero había apagón en el barrio…) cantamos el “Feliz, feliz en tu día…”, la canción de cumpleaños que nos enseñaron los payasos de la tele, en España, Gaby, Fofó y Miliki (cubanos…), que es conocida aquí porque el P. Felipe Tejerina la enseñó y popularizó (Queridos P. Felipe, Fidencio y Gajate: muchos saludos de parte de toda esta gente, os echan de menos, y or recuerdan con cariño. Si tenéis un minuto, escribid unas letras, que las esperan…”. También cantamos, como debe ser el: “Felicidades…” típico de aquí.
Como anécdota decir que una vez terminadas las felicitaciones alguno de los asistentes –y no precisamente yo- sugirió cantar otra vez el “Felicidades” para otros que cumplen años… nadie dijo ni sí ni no… pero discretamente se desapareció el coro… para servir refresco, tarta… ¿quién quiere más pizza? ¿más croquetas?
Y ahí terminó el cumpleaños… para nosotros… que teníamos otro compromiso previo… íbamos a comer –la cena- con una familia de la comunidad, para que nos conociese la abuelita, etc. Una familia entrañable, y llena de cariño. Y la comida, sencilla, normal, cubana. Frijoles, arroz, plátano frito, tamal (comprado) y pollo. Todo bien rico, como no podía ser menos. Y la conversación… entrañable. La abuelita resultó una señora interesantísima. Trigueña (negra mestiza) criada entre su familia y los vecinos españoles. Casada muy jovencita con un español… Tenía –ea, tiene- un gran sentido del humor, muy sutil y delicado, pero finísimo. En varias ocasiones le propuse cantar el “Felicidades…” a lo largo de la noche, y siempre salió airosa sin decir ni que si ni que no… y sin cantarlo… “Cuando llegue el homenajeado…”; “Cuando prendamos las velas…”, etc.
Nos contaba cómo algunos de sus hijos son completamente blancos, y al nacer… todo el mundo le preguntaba: “¿Usted lo cuida? … Es mío.” Hasta que nació uno de los hijos, ya sí, negrito…
Como anécdota decir que una vez terminadas las felicitaciones alguno de los asistentes –y no precisamente yo- sugirió cantar otra vez el “Felicidades” para otros que cumplen años… nadie dijo ni sí ni no… pero discretamente se desapareció el coro… para servir refresco, tarta… ¿quién quiere más pizza? ¿más croquetas?
Y ahí terminó el cumpleaños… para nosotros… que teníamos otro compromiso previo… íbamos a comer –la cena- con una familia de la comunidad, para que nos conociese la abuelita, etc. Una familia entrañable, y llena de cariño. Y la comida, sencilla, normal, cubana. Frijoles, arroz, plátano frito, tamal (comprado) y pollo. Todo bien rico, como no podía ser menos. Y la conversación… entrañable. La abuelita resultó una señora interesantísima. Trigueña (negra mestiza) criada entre su familia y los vecinos españoles. Casada muy jovencita con un español… Tenía –ea, tiene- un gran sentido del humor, muy sutil y delicado, pero finísimo. En varias ocasiones le propuse cantar el “Felicidades…” a lo largo de la noche, y siempre salió airosa sin decir ni que si ni que no… y sin cantarlo… “Cuando llegue el homenajeado…”; “Cuando prendamos las velas…”, etc.
Nos contaba cómo algunos de sus hijos son completamente blancos, y al nacer… todo el mundo le preguntaba: “¿Usted lo cuida? … Es mío.” Hasta que nació uno de los hijos, ya sí, negrito…
El postre… helado de chocolate.
Por lo que voy descubriendo, de entre los posibles postres… el helado… y de entre los varios sabores… el chocolate.
Por lo que voy descubriendo, de entre los posibles postres… el helado… y de entre los varios sabores… el chocolate.
Y terminamos la noche con una deliciosa sobremesa charlando y charlando y tomando sidra. Una botellita de sidra asturiana… “la veníamos reservando para una ocasión especial… y nunca la encontramos… pues va a ser hoy…”
Qué rica sabe la sidra tan lejos de la tierrina…
Ya en casa… Fr. Carlito venía a punto de reventar… y yo, mas o menos igual… A ver quién es el guapo que rechaza nada de lo que nos ofrecían… que no pueda ser interpretado como un desprecio…
Qué rica sabe la sidra tan lejos de la tierrina…
Ya en casa… Fr. Carlito venía a punto de reventar… y yo, mas o menos igual… A ver quién es el guapo que rechaza nada de lo que nos ofrecían… que no pueda ser interpretado como un desprecio…
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